Sin titulo

En el chigre, un grupo de paisanos bebe sidra: ya han tomado demasiada y está cantarina. Uno de ellos posee una frondosa barba oscura con destellos rubios y pelirrojos, la cual ya no le puede disimular el rubor de su cachetes <<Tien que dir a mexala>> Sube el peldaño del baño con dificultad y entra dando tumbos. Evacúa en uno de los urinarios apoyando el brazo derecho en la pared y la cabeza sobre éste; parpadea muuy pausadamente. Con la cabeza gacha aprecia que el urinario está atascado y el pis se arremolina. Aún así, por costumbre, presiona el grifo de paso recto temporizado.
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Al golpear el pulsador del urinario: es trasladado a los pies de la iglesia del barrio, la cual solo está iluminada por la tilitante llama de un gran cirio; el hombre sobresaltado, se da cuenta de que todas las esculturas y relieves del retablo (en el ábside central, tras el altar) lo miran de forma inquisidora. Temeroso, sin quitar la mirada de sus observantes, acerca su mano derecha a la pila que se encuentra a su izquierda e introduce el dedo índice y corazón en el agua bendita con tanta rapidez y fuerza que genera olas concéntricas de tal magnitud que se desborda, salpicandose así pantalón y camisa. Tras santiguarse; decide irse raudo a su casa.
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Era una noche de invierno sin nubes; el cielo era un semáforo y la tierra una pista de hielo. Tras un escaparate roto encontró unos patines y sobre ellos fue realizando estrías a la acera hasta llegar a su portal. Ninguna llave abría la puerta, ya que en realidad se hallaba en el edificio de enfrente. Se disponía a cruzar la calle cuando, al bajar el bordillo, le falló lo que en realidad era un equilibrio lábil; pisó sobre la línea amarilla, resbaló, cayó de espaldas contra la acera y un sonido hueco retumbó cuando el suelo acogió su cabeza con vehemencia. Causa de la muerte: hipotermia.
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Un funcionario revisó minuciosamente su vida. Su entrada al paraíso estaba siendo aprobada  hasta que el ángel llegó a su último día y vio como una inmensa ofensa que el sujeto se santiguara con su propio orín. En el infierno tampoco le dejaron entrar ya que el funcionario corrupto lo identificó como una persona piadosa, temerosa de Dios y sin la suficiente maldad para alojarse en esa residencia. Se convirtió en el primer huésped del limbo. Perdió la noción del tiempo. Durante siglos estuvo aislado en un espacio blanco, sin límites y mullido. Aunque, poco a poco, la indiferencia y falta de empatía fueron llevando más descarriados al psiquiátrico.

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