Patatitas fritas

Ansiaba patatitas a la vinagreta, TANTO que por ellas conseguí salir a la calle.

Mientras me dirigía a comprarlas, cerraron; fui a otro establecimiento e ídem. Por consiguiente, me encaminé raudo al último kiosco en toda la villa.

Según mi parecer, MI VERDAD: eché un sprint equivalente a la cinta ergométrica en máxima potenza. Me transformé en una sucesión de vibrantes manchas / un bosquejo estroboscópico deslizándome entre la gente / una figura perteneciente al futurismo italiano. Salté perros y vallas. Casi me atropellan con un Land-Rover Defender 90; me deslicé por la senda fluvial para evitarlo. Caminé por encima de charcos (a causa de la velocidad se comportaban como hormigón), las gotas no me tocaban. Me sentía uno con la fuerza. El tiempo se ralentizaba. Pero… justo cuando pisé el umbral del bajo comercial, las ondas sonoras de un tañido infernal / catastrófico, repiquetearon en mi oído interno de tal modo que las células ciliadas convulsionaron.

Era un doloroso gemido metálico proveniente de la llave al ser introducida fuertemente, sin delicadeza, en la cerradura y pesllar.

Deseaba entrar. Cogí el pomo y verifique que: por más que tirara y empujara, la oportunidad, la esperanza de poder meter carbohidratos a mi cuerpo, se había vaporizado; al igual que mi sueño de comerlas viendo «Brazil».

El camino de vuelta a casa fue muuy largo, mohíno, plagado de grandes penumbras.

Mi salida de casa (tras un año) resultó en vano. Sollozo ahogado.

 

P.D: Idea original de Kevin Huarquila.

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