Popurrí de cine asiático: Aruitemo Aruitemo (2008)

El abordaje de los recovecos más profundos del alma humana continuamente requiere de afabilidad. La mirada tajante del inconsciente debe hallarse con el ritual de lo sensitivo, y el paso pétreo de la memoria traspasar ese limbo que nos imponemos para obviar el juicio propio hacia una verdad que no queremos observar.

Hirokazu Koreeda ejecuta una composición casi onírica del encuentro con la realidad, encauzando el resentimiento y la manifestación primitiva en diálogos que ostentan la estructura respetuosa y tradicional de la sociedad japonesa como velos inertes cubriendo algo más intenso, significativo y frágil. En “Aruitemo Aruitemo” el director nos sumerge en ese sendero que recorremos como fragmentos de una existencia casual y carente de un sentido mayor, un trayecto vano donde nos envuelven señuelos naturales que a su vez transformamos en vicisitudes para otorgar valor a tópicos que realmente carecen de forma más allá de las percepciones que podamos atribuirles. La vida está llena de símbolos y Koreeda lo sabe, pues son los sentimientos con los que afrontamos el día a día aquellos mecanismos que utilizamos para sobrevivir. Claro que, de igual forma, la muerte es una circunstancia autóctona de nuestro paso por el mundo, y por más que rehuyamos a su simple concepción por estos lares, en Japón se encara esta temática con una menor elusión, quizá hasta con cierta sutileza a través del dolor.

Una película que abarca la idea japonesa sobre la muerte y explora la purificación que se realiza sobre el cuerpo es «Okuribito» (2008)

La historia narra cómo dos hijos, con sus familias, van de visita a la casa de sus ancianos padres para conmemorar la muerte de su hermano mayor ocurrida en un accidente varios años atrás. Allí Ryota, el otro hijo varón, se verá hostigado por la continua comparación con el fallecido ejercida por sus padres, un eje germinado en base a la pérdida que sacudió a toda su familia y a los remordimientos que cada miembro atesora y afloran en esa interacción más íntima.

Basar la historia en mi madre muerta podía hundir el guión en el dramatismo, y por eso usé los objetos. En la vida, un cepillo de dientes, un pijama, te recuerdan al instante a la persona que lo usaba o que te lo regaló.

Hirokazu Koreeda

Con la inteligente utilización de planos fijos el director busca destacar la espontaneidad del movimiento, el accionar como artilugio improvisado para la narración en un lenguaje visual donde todo deviene a pesar de la aparente estaticidad. Además, es interesante cómo los tonos de voz y las miradas marcan el ritmo de la trama, cómo los objetos cotidianos acompañan y hasta fomentan el imaginario del espectador para inmiscuir la sensación de recuerdo que subyace bajo todo el relato en sí. Koreeda se despega en casi todo el film de los planos generales en pos de encuadres más cerrados para resaltar la catarsis que todos los personajes efectúan. Cómo su mundo, no obstante hayan seguido caminando, se reduce a hechos no superados y que requieren de una urgente introspección que no son capaces de realizar.

Lo estático narra.
Lo cotidiano transmite.

En resumen, creo que es una cinta que maneja elegantemente una semántica invisible para llegar a tocar el corazón. La imagen del padre distante, la madre nostálgica, la expectativa sobre el futuro, el miedo al ahora, la superficialidad con la que se “abandona” lentamente a la familia para huir de situaciones inconclusas. Todo tiene su peso justo y alecciona ideas que identifican a nuestra generación y a la de nuestros padres como también realza pasiones humanas que van a perdurar por toda la eternidad. La única pega que tengo es el final, cayendo en un time skip innecesario, Koreeda es casi como si contradijera todo lo que orquestó hasta ese momento, pero bueno, la potencia del mensaje no se pierde y esa clase de sensaciones, al final, son las que hacen la diferencia a la hora de consumir buen cine.

Como siempre, antes de despedirme les dejo con el fantástico soundtrack que compuso el dúo Gontiti para la película:

 

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  1. Varín dice:

    Genial reseña; ahora (por tu culpa) tendré que verla jejeje

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